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lunes, 27 de mayo de 2013

Crónica de un viaje normal. Pero normal, normal, normal…

Si bien un aniversario siempre es una buena ocasión de celebrar y hacerlo con un viaje, el aniversario 37 no necesariamente tiene un significado especial, no corresponde a las bodas de Papel por un año, ni de Madera por los 5, ni de Estaño por los 10, como tampoco las del cuarto de siglo (de Plata), ni tampoco de los 35 de Coral, es más, ni siquiera tienen clasificación, por lo tanto la verdad es que no teníamos planeado ningún viaje.
Pero, como todo en esta familia siempre tiene un “pero” de sorpresa. Resulta que había un saldo a favor nuestro de LAN para hacer un viaje gratis corto, con vigencia para su uso hasta antes del 14 de abril de 2013, justo un mes antes del aniversario 37, por lo que decidimos usarlo para viajar a Buenos Aires Argentina el 10 de abril, sin motivo de celebración asociado.
El segundo “Pero”, resulta cuando días antes de la fecha programada LAN nos informa que debemos de cambiar la fecha por “x” razón y que podemos escoger cualquier nueva fecha, y ahí fue que pudimos asociar el viaje al aniversario 37.
Así dejamos que se llegara el día anterior al viaje para arreglar las cosas y justo entonces surgió algo malo, nos dimos cuenta que el pasaporte mexicano de RosaMaría ya estaba vencido, lo cual finalmente no fue tan malo, ya que Argentina acepta viajar con la Cédula de Identidad Chilena, así que el viaje seguía en pie y finalmente salimos al día siguiente con destino a la hermosa ciudad de Bs As.
El viaje estupendo, durante el cual aprovechamos para tratar ver la película que ganó el Oscar a la mejor película extranjera, Amor, la cual no terminamos de ver por la llegada a Bs As, y llegando apareció un nuevo “pero”, en el mostrador de migración de Argentina, la Cédula de RosaMaría no aparecía, se había extraviado, HORROR y LOCURA!!! Y ahí vamos de regreso, no podemos seguir y nos regresamos sobre nuestros pasos en dirección del avión en que habíamos llegado para buscar la dichosa Cédula, cuando de repente por la magia de siempre, en el camino aparece… Ufff que alivio y así pudimos entrar y emprender el viaje desde el aeropuerto de Ezeiza a Bs As.
Ya en el transporte otro “pero” más, en un trayecto normal de 20 a 30 minutos, resulta que entremedio nos topamos con una manifestación de los famosos “piqueteros”, así que hicimos el trayecto en el mismo tiempo que duró el viaje de Santiago a Bs As., 2 horas y media, “pero” ni tan malo, porque al llegar a la base de la compañía de transporte, RosaMaría logra que nos reintegren el costo de la segunda parte del pasaje; aun cuando igualmente y dado el tremendo embotellamiento citadino, mejor decidimos irnos a pie hasta nuestro hotel, a unas 10 cuadras de distancia, justo enfrente del emblemático Obelisco de la Av. 9 de Julio. El Hotel República, de la época de los 50, “recauchado”, muy bien acondicionado y con un excelente servicio por un precio razonable.
A partir de ese momento y hasta el final del viaje siempre fuimos agasajados por muchos y muchas argentinas encantadores, siempre dispuestos a atendernos, a orientarnos, a que pasáramos rico nuestro aniversario 37 en –quizá-, una de las ciudades capitales más hermosas de América Latina, con sus espléndidos edificios, plazas, balcones, etc., de finales del XIX y principios del Siglo XX, muy parecidos a los de París y otras capitales europeas, testigos fieles de una de las mejores épocas que ha vivido este gran país. Como buenos turistas, fuimos a muchos de los lugares que uno no puede dejar de visitar en esa calidad, la Casa Rosada, la Boca, el Congreso, el Teatro Colón, la Casa de Gardel, el Museo de Evita, la Catedral y además hicimos el recorrido turístico del TURIBUS que nos paseó, nos paseó y nos paseó por toda la ciudad en dos días, lo cual no se los voy a relatar dado que este no es un relato turístico, sino más bien anecdótico.
En una de nuestras andanzas se nos ocurrió que podríamos ahorrarnos unos dolaritos si lográbamos al final de nuestra estadía, no regresar al aeropuerto de Ezeiza en taxi o en el transporte especializado, el cual tiene un costo aproximado de US$40, sino en transporte público. Así que investigamos y efectivamente a dos o tres cuadras de nuestro hotel pasaba un autobús que hacía ese recorrido, el cual decidimos recorrer para conocer una ruta de la ciudad que no es turística, pero que permite palpar otra dimensión de Bs As y así además poder calcular el tiempo de trayecto real al aeropuerto por este medio y tenerlo en cuenta para el día de nuestro regreso.
Pero ahí surgió un nuevo “pero”, resulta que al llegar al aeropuerto de Ezeiza decidimos dar una vuelta dentro de sus instalaciones y cuando llegamos a sus puertas, nuevamente HORROR y LOCURA, siento un extraño frio en mi nalga derecha, síntoma inequívoco de la ausencia de mi billetera, de inmediato toco mi trasero y efectivamente, había desaparecido con mi pasaporte mexicano, Cédula de Identidad chilena, formularios de entrada a la Argentina y de salida de Chile, licencia de manejo, tarjetas bancarias, tarjetas personales, entradas a la función del circo sueco que habíamos comprado de mañana, recibo de pago del hospedaje del hotel, unos pocos dólares y otros pesos chilenos, etcétera. Desesperado decido correr hasta donde nos había dejado el transporte público (unos doscientos metros) y nada, ya no estaba, con toda la angustia del mundo le digo al guarda mi desgracia, quien al principio no me da ninguna esperanza diciéndome: “mire usted, no me dijeron nada, así que yo creo que alguien la debe haber recogido y no nos la entregó o la perdió en otro lado”, pero que al llegar un nuevo colectivo rectifica y me dice “a ver déjeme ver”, se sube al nuevo colectivo y desaparece, para que detrás de ellos, llegue otro colectivo del cual reconozco que el chofer es el mismo que nos había traído, así que de inmediato subo a la unidad y busco la billetera, pero nada, por lo que me dirijo al chofer y lo increpo diciéndole “oiga, usted nos acaba de traer y a mí se me calló mi billetera aquí, alguien se la entregó?”, se me queda mirando con cierto escepticismo y me contesta: “tiene usted razón”, ya viene el guarda con ella en la siguiente unidad, lo cual efectivamente fue así, no sin desaparecer los dólares y los pesos chilenos de su interior. Una cosa por otra, el dinero sustancioso lo traía fuera de la billetera en pesos argentinos.
Así seguimos pasando nuestro lindo aniversario, visitando lugares históricos, monumentos, plazas, boliches, etcétera, siempre envueltos en la calidez, simpatía y buena onda de los argentinos, lo cual no quiere decir que todos fueran así y para ejemplo un botón, un letrero de un kiosco que fielmente contravenía las buena disposición de todos los demás diciendo “no se de buses, no se de calles, no soy la guía de Bs As”, del cual no pude abstraerme y le tomé una foto solo para ser increpado por el dueño del kiosco que me reclamó airado “qué, no le gusta”, a lo que le contesté riendo “no solo no me disgusta, sino que me encanta, jajajaja”
Finalmente como todo viaje, se llega al final y así hicimos las últimas compras de rigor, desocupamos el hotel, tomamos nuestras pertenencias y nos dirigimos al aeropuerto en el transporte ya identificado previamente, el cual para sorpresa nuestra enfrentó como buen viernes en cualquier ciudad capital latinoamericana un tráfico tremendo, así que poco a poco el tiempo se nos iba agotando hasta que en un momento dado decidí a medio trayecto que mejor nos bajáramos y tomáramos un taxi, mala decisión ya que por esos rumbos casi no pasan taxis y los que lo hacen o van por la vía de alta velocidad, o van ocupados, o ya van a descansar, por lo que la cuestión se complicó aún más y más, sobre todo si consideramos que por la angustia se nos fueron dos o tres vacíos que no vimos a tiempo, pero finalmente pasó uno que si pudimos abordar y a toda prisa nos llevó hasta el aeropuerto, pero, nuevamente el pero nefasto de siempre, con la mala suerte de que ya llegamos justo a la hora marcada para el despegue de nuestro vuelo, con la seguridad de que lo habíamos perdido, pero no tan nefasto, porque resulta que los empleados de AirCargo empresa estatal encargada de las labores de carga y descarga de pasajeros y equipajes le habían declarado la suspensión del servicio a LAN, únicamente a LAN y justo a partir del vuelo que nosotros debíamos de abordar, por lo que no tan solo no había partido, sino que no partiría ya al menos en las próximas 24 horas, así que ya podrán imaginarse si bien no perdimos el vuelo, si estábamos varados en el aeropuerto y no sabíamos cuál sería nuestra situación, cuantos días tendríamos que pasar en el aeropuerto o que pasaría con nosotros, ya que ni LAN ni AirCargo se hacían responsables de nada, echándose la culpa el uno al otro, mientras cientos de pasajeros airados y frenéticos estábamos a punto de hacer un desaguisado en las instalaciones del aeropuerto, todo en tanto RosaMaría muy campechanamente leía un periódico sentada en una banca del aeropuerto. De repente, entre medio de tanto alboroto se acercó a un funcionario de LAN, le dijo algo que no alcance a oír, volteó y me dijo: “ven”, la seguí y me llevó a un buen restaurant donde dijo: “qué quieres comer, LAN invita”, sorprendido porque solo a ella se lo habían otorgado y sin salir de mi sorpresa comí sin chistar y una vez terminado volvimos al mostrador de LAN donde aún seguían los pasajeros reclamando, a los que me uní y poco a poco los ánimos se fueron caldeando, hasta que de repente se me ocurrió preguntarle al empleado de LAN que hacía esfuerzos por explicar lo inexplicable “donde están las oficinas de AirCargo”, a lo que un pasajero uruguayo también varado me preguntó: “y para qué quiere saberlo?” contestándole en buen mexicano: “para irles a romper su madre”, respondiendo de inmediato el uruguayo: “excelente idea…jajaja”. La cosa es que de un de repente me di cuenta que efectivamente, la situación estaba llegando al punto de la violencia y entonces decidí buscar a RosaMaría a quien encontré nuevamente plácidamente sentada leyendo su periódico, al verme hecho un energúmeno, se paró, nuevamente se dirigió al mostrador de LAN y se perdió entre gritos e improperios de los pasajeros enardecidos. Al poco rato cuando yo leía el mismo periódico de ella, pasó una chica de LAN diciendo mi nombre, alarmado me paré y le informé que yo era, me dijo entonces “su esposa está en las oficinas, está bien, por favor espérenos aquí unos minutos” e igual que llegó se fue. Pasados 5 o 10 minutos volvió junto a mi mujer y otro joven que le brindaba apoyo, RosaMaría me guiñó un ojo y les seguí. Para no hacerles el cuento largo, les diré que acabamos como huéspedes de un hotel 5 estrellas cenando plácidamente.
Al día siguiente, nos dimos un placentero baño de tina y burbujas, desayunamos opíparamente, paseamos, almorzamos mejor aún y llamamos a LAN, quien nos informó que nuestro vuelo finalmente saldría a las 18 hrs., 24 después de su hora original y que mandarían un remís (taxi) a las 16 para que nos trasportara al aeropuerto. Llegada esta hora, estábamos listos en recepción para recibir el remís, dieron las 16 y 10 y nada, las 16.30 y nada, las 17.00 y nada, desesperados llamamos a LAN y nos informaron que ellos no podían resolver el asunto que nosotros lo hiciéramos, lo cual no estábamos dispuestos a hacer, así que en medio de telefonemas, discusiones y el apoyo amable de los empleados de recepción del hotel, finalmente apareció un remís a las 17.40 hrs, salimos de inmediato y al llegar al aeropuerto había una fila enorme, de donde nuevamente apareció un “ángel de la guarda” de mi mujer que de inmediato nos llevó directamente al mostrador, chequeó nuestro equipaje y nos dio los pases de abordar. Inmediatamente hecho esto corrimos, pasamos nuestros bolsos por los escáner de seguridad, seguimos corriendo y cuando estábamos por pasar migración, oímos alguien que junto con un empleado de la aduana gritaba reclamando “alguien ha visto mi saco, es blanco, etc.”, a lo que nosotros hicimos caso omiso, pero de repente al voltear a ver a las cosas que llevaba mi mujer vi que también cargaba mi saco blanco, lo cual no podía ser, ya que yo lo llevaba puesto, era el de aquella dama, que mi señora lo confundió con el mío y lo tomó a la salida del escáner de la aduana de seguridad, devolviéndoselo inmediatamente a la angustiada señora.
Y así después de dos horas y media volvimos a Santiago, no sin antes recibir un buen baño de Coca Cola que la azafata de LAN tuvo a bien brindarme en el trayecto, terminando de ver la película Amor y después de un viaje encantador por Buenos Aires, disfrutando de la amabilidad de los argentinos, de la belleza de su ciudad y de los anécdotas de nuestro viaje del 37 aniversario de casados, que se los cueto a petición de mi yerno consentido (calidad que le hace sentir muy orgulloso, a pesar de que es el único yerno que tengo…jajajaja), que no lo podía creer, pero que todos ustedes estarán de acuerdo conmigo que es un viaje normal, normal, normal… o al menos normal para la familia Palafox-Salgado.