Publicada por la Revista Educación y Cultura AZ, en su número de noviembre de 2014, pp. 36 a 39.
az: ¿Qué
lectura le das a la suspensión de la Evaluación Nacional de Logro Académico de
Centros Escolares (enlace)?
Juan Carlos Palafox (JCP): Dos: una de política
coyuntural, “todo lo que hizo el anterior gobierno está mal”, un esquema que
sucede en todo el mundo en función de una institucionalidad mal entendida y
miope. Y la otra, legítima y racional: “si esto tiene tantos problemas, paremos
para ajustar”. En este último caso sería bueno no caer en el prurito del
perfeccionismo porque ninguna acción humana en México, Chile, Costa Rica,
Inglaterra, Finlandia o China, es perfecta. No existen los instrumentos
perfectos, se trata de aproximaciones y modelos que buscan representar una realidad, pero no pueden
abarcarla por completo. Debemos afinar los mecanismos y procedimientos para
elevar su confiabilidad y validez: Por ningún motivo hay que perder toda la
acumulación histórica de información que se tiene.
az: En este escenario
que nos has descrito sobre el nuevo contexto del profesor, ¿estamos generando
los maestros idóneos en las escuelas normales?
jcp: El asunto de las normales no es
un debate nuevo. Recuerdo al maestro Reyes Heroles con su revolución educativa.
La primera decisión que tomó fue buscar la desaparición de ese modelo y
transformarlo en una educación universitaria. De ahí viene el debate. Hay una
distancia entre lo que está operando y es significativo para los educandos en
su vida diaria y lo que conforma la educación normal. No porque ésta sea el
problema, sino porque el sector educativo es el que, en su conjunto, no ha
caminado al mismo ritmo de las transformaciones que produce la globalización y de
los efectos que el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación
(tic) tienen en los niños, incluso
antes de que comiencen a hablar.
Los niños responden
a distintos estímulos, mecanismos, canales de comunicación, y tienen diferentes
vías de acceso a la información. El sector educativo trata de ir a la par, pero
estamos atrasados. El paso del desarrollo de estas dinámicas ha sido más rápido
que los cambios en el sector educativo. Lo fundamental es aceptar este hecho y
entrar en un debate sobre el papel de la escuela normal en el proceso educativo
que permita comprender el fenómeno y adaptar los planes y programas de
formación inicial de los docentes a esta nueva realidad. En la medida en la que
algunas normales lo han hecho de mutuo
propio, encontraron resultados,
pero tiene que ser una política de Estado.
Hay un
problema de gestión. Todos sabemos que muchas normales tienen autogobierno. Esto
no pasa necesariamente por criterios pedagógicos, sino más bien por otros de orden
político-coyuntural que no tienen nada que ver con el quehacer educativo,
distanciándolas cada vez más de la realidad escolar. Es recomendable buscar el
vínculo permanente entre la formación docente, la realidad cambiante y lo que
pasa en las escuelas.
az: Se registran
diferentes cambios en el sistema educativo —incluidas reformas—, pero no se
logra alcanzar la calidad educativa.
jcp: Esa es una observación muy
apresurada. ¿De dónde venimos? Sin pretender adentrarnos en nuestra larga
historia, sino en el periodo en el cual se consolida nuestro actual Estado
Nacional, plasmado en nuestra carta magna en 1917.
Al inicio entre 75% y 80% de la población era analfabeta. Hoy sólo
seis de cada 100 continúan en esa
lamentable condición. Decir que la educación mexicana refleja resultados poco
satisfactorios es pasar por alto una acción faraónica en un país que ha crecido
en promedio un millón de habitantes por año desde esa misma fecha.
Por otra
parte, el fenómeno educativo es complejo, multifactorial y sistémico, por lo
que de no haber cambios significativos en otras variables sociales, será casi
imposible que los resultados sean distintos a la realidad de pobreza,
marginación e inequidad social que caracteriza a nuestro país. Si bien la
educación es causa, también es consecuencia. Los cambios en el sistema
educativo no son capaces de mejorar sustantivamente los niveles de calidad
educativa en tanto las demás variables del desarrollo tengan altos índices de
pobreza e inequidad social y económica.
az: Qué dejamos
de hacer en comparación con economías emergentes similares a la nuestra. Por
ejemplo las asiáticas, que aparecen en el top ten de las evaluaciones internacionales.
jcp: Tocas un punto muy importante, migrar
de mirarnos al “ombligo”, a hacerlo en el contexto. Efectivamente hay algo
raro. Cuando uno evalúa corre el riesgo de olvidar que los resultados brutos de
las evaluaciones —al menos en 50%—
reflejan las condiciones socioeconómicas y culturales de los países y no lo que
pasa en la escuela. Hay que restarle a esos resultados las condiciones del contexto,
la situación familiar de los niños, para evaluar entre iguales y saber qué tan bien,
o mal, estamos. Los ordenamientos de los países cambian cuando comparamos a una
misma clase social.
¿Por qué
salimos por debajo de otros países? Porque al no ajustar las evaluaciones por
nivel socioeconómico y/o cultural, la comparación es asimétrica, inválida, y no
refleja el real esfuerzo escolar. Nuestras clases sociales con mayores
carencias son más numerosas porcentualmente que en otros países. Si 60% en la variación de los puntajes de
las evaluaciones del rendimiento educativo refleja las desigualdades sociales y
económicas, los resultados son más bajos que en esas economías, cuyas
poblaciones en desventaja son porcentualmente menores.
Si sólo
consideramos un estrato social y nos comparamos en él, las variaciones en los
factores externos a la escuela se suprimen y los ordenamientos cambian. En ese
caso, México está por encima de España, Noruega, Israel y Estados Unidos,
países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(ocde).
Con
independencia de lo anterior, existe un comportamiento sui generis. Mientras que los resultados de todos los países
orientales están por encima de lo esperado en función de su mezcla social (como
Corea, Japón y Vietnam —este último el país que tiene los mejores resultados
cuando se contextualiza el programa internacional de evaluación de alumnos, pisa 2012),
por el contrario, todos los países latinoamericanos que participan en pisa, sin excepción, están por debajo de
lo esperable. Lo anterior debido a sus estructuras sociales. Esto demuestra que
existe un problema cultural en México —y en toda la región— que nos impide
superar el rezago.
Existe una
excepción en Latinoamérica, pero que nunca aparece porque es discriminada en
las evaluaciones internacionales, se trata de Cuba, el único país de la región
que se tomó en serio el tema educativo hace más de 40 años, cuando alfabetizó a su población de inmediato. En
este país, los niños tienen un diagnóstico de educación inicial, son evaluados
al entrar a la primaria, cuentan con el seguimiento de sus profesores en los
primeros grados. En síntesis, hay una serie de elementos pedagógicos que
explican este comportamiento excepcional. El nivel educativo promedio de su
población adulta es cuatro o cinco grados superior al resto de Latinoamérica.
Mientras nuestros promedios alcanzan el nivel medio superior, en Cuba se
encuentran en 2º o 3er grado de educación superior.
az: ¿Algo que
quieras añadir?
jcp: Dos cosas. Número uno: en un
contexto de profunda crisis de valores que permea casi todos los estamentos
sociales en nuestro país es sumamente difícil para cualquier sistema educativo —y
específicamente para las escuelas, sus directivos y sus docentes— abstraerse de
su situación y construir al ciudadano que se anhela: ético, crítico,
constructivo, responsable, solidario, honesto, austero, respetuoso del estado
de derecho, etcétera; cuando desde la cúspide —y a lo largo de toda la
estructura social— los mensajes públicos sobre el significado del éxito están asociados
a la opulencia desmedida, el despilfarro insultante, el robo de los recursos
nacionales, la voracidad por el poder, la mentira en el mensaje público, la
corrupción, la impunidad, el delito, etcétera, se hace muy difícil que una
educación de calidad se dé. Es necesario retomar las riendas de la conducción
del país —desde una perspectiva nacionalista— que, sin aislarse del contexto
internacional, recobre y fortalezca los valores que permitieron —con todas las
limitaciones del caso— constituir una sociedad solidaria, rica en valores e
identidad nacional, que sentía orgullo por lo propio y respeto por lo externo,
estimulando su construcción desde las edades más tempranas.
Número dos,
en materia de evaluación educativa, compete al Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación (inee) ir
más lejos de los indicadores de cobertura, del crecimiento o decrecimiento de
las opciones educativas, de los porcentajes explicativos del rendimiento
escolar y su comportamiento, etcétera. Deben ejercer a cabalidad el concepto evaluar, es decir, emitir juicios de valor; denunciar las malas prácticas que existen
en el sector educativo y que impiden el avance del país. Estamos en un sistema en
el cual se denuncian diariamente y en distintos medios de comunicación que
prima la corrupción, el “clientelismo”, el tráfico de influencias, el desvío de
recursos, la impunidad, la mediocridad, el notable abandono de deberes por
parte de algunos funcionarios, etcétera. Hay que investigar este fenómeno en
educación, medirlo, ponderarlo, sopesarlo y, en su caso, asumir la
responsabilidad de identificarlo, denunciarlo y expresarlo formalmente, el no
hacerlo, y sólo presentar indicadores de cobertura y rendimiento educativo, es
servir de comparsa y cómplice de un sistema corrupto y perverso.
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