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martes, 12 de agosto de 2014

Comentario al artículo "Los cercanos a Madero han sumido al PAN en escándalos sexuales, de corrupción y violencia, acusa Cordero"

Artículo "Los cercanos a Madero han sumido al PAN en escándalos sexuales, de corrupción y violencia, acusa Cordero" Artículo publicado el 12 de agosto de 2014 en http://www.sinembargo.mx/12-08-2014/1085433

Comentario de Juan Carlos Palafox Pérez de Salazar:



Con independencia de lo reprobable que pueda tener en sí este lamentable asunto en que han incurrido diversos personajes del Partido Acción Nacional (PAN), no debe ser motivo para desgarrase las vestiduras y solo demonizar a quienes participaron en él, sino que debiera ser detonador de una reflexión más profunda y sería de su significado social, en el contexto del México contemporáneo. A ojos cerrados la mayoría de quienes nos interesamos por la vida política nacional, podemos traer a nuestro imaginario a muchos otros personajes de este y de los demás institutos políticos nacionales, incurriendo en conductas similares, que si no, peores aún. No nos engañemos, este evento lamentablemente no es exclusivo del PAN, sino que se trasmina y es común denominador en todos los institutos políticos nacionales. Es en síntesis, solo uno más de muchos otros que dan cuenta de un hecho mucho más profundo y trascendente de nuestra sociedad contemporánea, la pérdida de valores y el deterioro del tejido social que permea casi todos los estamentos y niveles de nuestra patria, ya sea desde el protagonismo o desde la condena hipócrita, altisonante y grotesca que nada aporta o desde el silencio cómplice y cobarde de dejar hacer y dejar correr, en que muchos de nosotros incurrimos en la abrumante cultura de “la mordida”, de “a mí no me den, póngame donde hay”, “del que no tranza no avanza”, del “no me doy por mal servido”, etcétera, que tanto ha dañado el tejido social y las estructuras de nuestra convivencia. En el México actual a lo largo de las últimas generaciones se han ido perdiendo gran parte del bagaje que distinguió a otras anteriores, que sin estar vacunadas en contra de la corrupción y la impunidad -rasgos consubstanciales a la condición humana-, si se significaron por un marco axiológico que más o menos les contenía y que a la luz de las evidencias comprobables significó logros, avances, cohesión y una mejor convivencia social. Es por todo ello, que en distintos artículos, ensayos y libros en que he sido autor o coautor, he sugerido hasta la necedad, que la educación retome su función primigenia de ser el motor para la construcción de personas, y no de solo pensar que ella sirve para transmitir el dominio de los lenguajes básicos para el aprendizaje y decodificación de contenidos, que el actual sistema educativo prioriza, sino –además de ello-, para la construcción fundamental del individuo, de la persona crítica, analítica y constructiva que permite sobreponer sobre las anteriores generaciones, la incubación de nuevas y mejores formas del ser social, de ser productivo y de ser humano, en todo lo que de positivo este término significa. En este sentido, he propuesto como una forma de recuperar el norte -dentro de otras propuestas-, priorizar en la educación básica un conjunto limitado de cinco o seis valores dentro de todo el marco de valores que se pretende que los niños y jóvenes aprendan y se apropien en ese nivel educativo, los cuales digan relación con aquellas áreas en que más se acusan fracturas de nuestra sociedad, por ejemplo: “el respeto por la vida”, “el estado de derecho”, “la igualdad y equidad de género”, “el respeto y cuidado del medio ambiente”, “la salud individual y colectiva” y “la honestidad”, lo anterior sin demérito de los demás contenidos valóricos que dicho nivel pretende instalar en las nuevas generaciones, pero si poniendo especial cuidado, prioridad, fuerza y asegurando que sean claros, se asuman y sean empoderados por las nuevas generaciones, como única forma de coadyuvar a revertir el proceso de deterioro paulatino que se observa en el país. Lo anterior, con independencia de que hay urgencia de actuar contundentemente en otras áreas de la sociedad con igual focalización, fuerza y decisión, asumiendo un acuerdo nacional que comprometa a todas las fuerzas sociales –los tres niveles de gobierno, partidos, iglesias, sindicatos, ONG’s, etcétera- para denunciar, perseguir y castigar las conductas corruptas en sí mismos, de sus agremiados, de sus líderes; superando los vicios y malas prácticas que tanto daño han provocado a nuestras sociedades a partir del mal interpretado sentido de cuerpo, del concepto la cohesión de grupo, que justifica toda conducta por más éticamente cuestionable, por el solo hecho de quien la comete, pertenezca al grupo o suscriba su membresía; sin darse cuenta que ello opera como el boomerang, revirtiéndose tarde o temprano contra las instituciones mismas que lo toleran o fomentan; ejemplo de ello, es la notoria pérdida de credibilidad social de muchas de las instituciones que hasta hace algunos años gozaban del favor, admiración y adhesión de gran parte de la población. En fin, que el problema no es trivial y va más allá de los protagonistas mismos de este hecho. Lo que está en juego es nuestra propia sociedad y nuestra viabilidad como país. Si no se actúa pronto y contundentemente, es muy probables que quizá, no mi generación, pero si la siguiente o la subsiguiente a más tardar, serán testigos y víctimas de rompimiento de los equilibrios y de la destrucción de lo que generaciones y generaciones de mexicanos y mexicanas lograron -bien o mal- construir, MÉXICO.

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