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jueves, 1 de mayo de 2014

Reformar o retroceder. Carta abierta al Secretario de Educación Pública de México, Lic. Emilio Chuayffet Chemor.

Texto publicado en el número 2 de la Revista Latinoamericanista de Fruición UBERRIMA Marzo de 2014


http://revistauberrima.com/index.php?option=com_content&view=article&id=28:reformar-o-retroceder-carta&catid=31&Itemid=114


Por Juan Carlos Palafox Pérez de Salazar*

Sería incongruente desdecirse de lo que en diversos libros y publicaciones postulamos algunos mexicanos preocupados por el devenir de la política educativa en los últimos años, en tanto la necesidad imperiosa de actuar profunda y sustantivamente en la materia como única forma de recuperar “el norte” en México. En este sentido, indicios como el peso específico que la educación tiene en el instrumento político denominado Pacto por México; el nivel constitucional dado a la llamada Reforma Educativa y sus leyes secundarias; y más pedestremente la detención policiaca con consecuencias de destitución política de la ex líder sindical Elba Esther Gordillo, dieron cuenta de una intencionalidad expresa de la administración del Presidente Enrique Peña Nieto, de asumir frontalmente este reto nacional, del todo reconocible y loable en tanto lo que conlleva en materia netamente educativa por el bien de México y de las futuras generaciones.
Ahora bien, más allá del reconocimiento antes expresado, como toda obra humana de envergadura nacional no necesariamente está exenta de omisiones, errores o en ocasiones verdaderos desatinos, y en este sentido, se hace necesario referirnos a varios de ellos que por su trascendencia pudieran dar al traste con las buenas intenciones antes aludidas.

En primer término conviene mencionar un aspecto que por su centralidad y naturaleza fundamentalmente educativa es insoslayable. Me refiero a la ausencia en los tres elementos de política –citados en el primer párrafo de este escrito–, de las dos dimensiones que identifican el qué y el cómo de toda acción educativa según toda la teoría desarrollada hasta este momento en el tema, la Pedagogía y la Didáctica, su Leitmotiv. En este sentido, las posteriores acciones que deriven de la Reforma Constitucional deberán de buscar la forma de explicitar con toda precisión los aspectos pedagógicos y didácticos que se pretenden mejorar con ella, ya que de no trascender en ellos, la Reforma será solo una Reforma Administrativa y/o Laboral, condenada como las anteriores a logros acotados a esos ámbitos, sin repercusiones en los niveles de calidad de la educación. Dicho coloquialmente, será una reforma de “más de lo mismo” desde el punto de vista de qué se enseña –la pedagogía– y de cómo se enseña –la didáctica–, vicio muy común en nuestros países cuando las acciones que se proponen en este tipo de reformas son las que derivan de organismos cuya especialidad no es, ni ha sido nunca, la educación, llámese Banco Mundial –reformas ejecutadas en los años noventa– o las actualmente derivadas de las recomendaciones de la OCDE, organismo experto como sus siglas lo postulan en el “Desarrollo Económico” y no en educación, que dicho sea de paso, no existe evidencia empírica alguna en el planeta que sus dichos o recomendaciones hayan elevado la calidad educativa de país alguno.

En segundo término, la Fracción IX del nuevo Artículo 3º Constitucional, indica con toda claridad: “Para garantizar la prestación de servicios educativos de calidad, se crea el Sistema Nacional de Evaluación Educativa…”. Esta expresión es una verdadera exageración, que debe ser acotada a su verdadera dimensión e implícita responsabilidad, ya que no existe experiencia alguna en el mundo que indique que la creación de un Sistema o Institución de Evaluación Educativa –sea cual sea su modalidad de gestión, organización, nivel jerárquico, cobertura, dependencia administrativa o lo que sea–, haya garantizado la prestación de servicios educativos de calidad. A un sistema de evaluación corresponde la responsabilidad de medir, definir, diagnosticar, evaluar, emitir juicios, declarar, recomendar o hasta denunciar el estado de situación, incluso el futuro previsible de los servicios educativos, pero en ningún caso garantizar su calidad; esto corresponde única y exclusivamente a la Secretaría de Educación Pública y a sus homólogas estatales, y cualquier enunciado que responsabilice a otra instancia es solo retórica sin sustento alguno en la experiencia mundial; por tal motivo se hace indispensable delimitar la exacta responsabilidad del Sistema Nacional de Evaluación Educativa a lo que le corresponde, a fin de evitar generar expectativas que desde ya, se sabe que no podrá cumplir por sí mismo.

Concomitante con lo anterior a últimas fechas han aparecido en distintos medios de comunicación declaraciones atribuidas al Secretario de Educación Pública, en el sentido de que existe la posibilidad de que las pruebas de ENLACE puedan ser eliminadas en el futuro. Renunciar a este ejercicio de evaluación, a lo que ha significado la aplicación de más de 100 millones de pruebas, a la información ahí contenida y a la que puede incorporarse con sucesivas aplicaciones, sería una verdadera “estupidez”, con perdón de la palabra. El hecho de que la complejidad de la aplicación, el inmenso volumen que el operativo en sí significa, las fugas de información y la falta de explotación racional de esta información en el pasado, pudieran justificar la eliminación de este esfuerzo evaluativo a los ojos del sentido común, eliminarlo sería un verdadero despropósito, disparate, desatino, insensatez o hasta se podría catalogar como esquizofrenia del sistema; sería tanto como tirar a la basura más de $1,000 millones de dólares –suponiendo conservadoramente un costo mínimo de 10 dólares por prueba diseñada, aplicada y procesada– (costo que incluye la investigación asociada al diseño del modelo de evaluación implícito, los ítemes, las pruebas, sus sistemas de seguridad, su reproducción, su transporte, la capacitación de los aplicadores, sus honorarios, el proceso de su información, el análisis de sus resultados, el diseño de la publicación de resultados, su publicación en sí, los sueldos y salarios de toda la estructura educativa, etc.). No es posible que una inversión de esta magnitud se deseche “así nomás”. Más bien lo que se hace necesario, es que se reoriente, se redirija y se pongan los señores del área de evaluación de la SEP y del INEE a trabajar y a optimizar el uso y explotación de esta basta y riquísima información acumulada y por acumular, como elemento de juicio para informar, evaluar y hasta denunciar el estado real de la educación mexicana y sobre todo para apoyar directamente la mejora educativa del país, pero por ningún motivo tirar a la basura todo el bagaje de información recabada; si es necesario, lo que debiera revisarse y en su caso cambiar, es el cuerpo de funcionarios que no han sabido hacer una utilización racional de este esfuerzo faraónico de todo el sistema educativo nacional, en ellos cabe la responsabilidad de no haberle dado el verdadero uso y valor que tiene.

Por otra parte, de persistir la prueba ENLACE en sí misma, como instrumento que implique consecuencias de las llamadas “duras” para los docentes, como elemento a considerar para determinar la permanencia o no de los docentes en sus cargos, las legislaciones o leyes secundarias de dicha Reforma deberán de hacerse cargo insoslayablemente, ya que los resultados de este instrumento (ENLACE) sin contextualizar, como ya se sabe y existe evidencia técnicamente rigurosa en todo el mundo, reflejan más las diferencias socioculturales de entrada de los alumnos y las condiciones de inequidad en que se da el hecho educativo que la acción educativa intencionada de los docentes y el esfuerzo de los alumnos. Es necesario entonces, como he manifestado en múltiples publicaciones la construcción de un Índice de Esfuerzo Escolar, el cual aísle y controle las distorsiones que generan las condiciones de inequidad y las diferencias de entrada de los alumnos, a los efectos de poder rescatar el verdadero esfuerzo realizado por los docentes y los alumnos, para así poder instalar, en primer término, un verdadero sistema de capacitación ad hoc a las necesidades reales de los docentes; un modelo de estímulos y recompensas; mecanismos de reciclamiento de competencias docentes y laborales; y en última instancia, pensar en las consecuencias duras o no permanencia laboral de los docentes. Decidirse en primera instancia por la no permanencia de los docentes a partir de los resultados “brutos” de ENLACE, antes de instrumentar un sistema racional de capacitación, apoyos y reciclamiento, es una verdadera barbaridad, que denotaría ignorancia por parte de las autoridades y atentaría contra los legítimos derechos laborales de los trabajadores de la educación.

Concomitante con lo anterior, la evidencia detectada de manipulación en la última aplicación de las pruebas de ENLACE, pone de manifiesto otra dimensión verdaderamente lamentable, que refleja una cultura: la cultura muy arraigada en México de la "tranza", de “la mordida”, de "el que no tranza, no avanza", de que "a mí no me den, póngame donde hay", del "no me doy por mal servido", etcétera, etcétera, etcétera, tan común en México. Lamentablemente nuestro país a nivel internacional dentro de las muchas cosas buenas que le distinguen, cuenta con el terrible lastre de ser un país reconocido mundialmente por su nivel de corrupción, mismo que permea todas las capas y estamentos sociales, aderezado por una impunidad que raya en lo insólito e increíble, igualmente existente desde los más altos estratos de la nación, hasta los niveles más bajos de la estructura social –a pesar de que haya una inmensa masa silenciosa que no participe de esa cultura de la corrupción y la impunidad–, cosa que en nada nos debe hacer sentir orgullosos, y sí avergonzados, que además nos ha costado demasiado como país. Por lo anterior, es que he sugerido en varios libros y publicaciones, que en México se hace necesario priorizar ciertos valores en la educación, sin demérito de todo el bagaje valórico que se pretende enseñar, transmitir, inculcar o como ahora pomposamente se dice “empoderar” en las nuevas generaciones a través de la educación, como una forma de atacar aquellos problemas que más lastiman nuestra identidad, que más envician nuestra diaria convivencia, que más indignan a nuestra sociedad –la violencia, la corrupción y la impunidad respectivamente–, como pudieran ser los valores del respeto a la vida, al estado de derecho y a la honestidad. Evitando con ello perdernos en un “mar” de intrincadas madejas de derechos y valores que acaban por ser meras declaraciones o listas a memorizar para el examen de civismo en las escuelas, pero que no tienen un significado y traducción real en los cambios de cultura que el país requiere y necesita con urgencia.

Por último, me referiré a la eliminación de la NO REPETICIÓN en los primeros grados de la educación primaria, misma que conviene analizar antes de tomar una determinación apresurada, tal cual fue su instrumentación en la administración pasada. En primer término hay que reconocer que existen experiencias más que exitosas de esta estrategia, como es el caso de Japón, Corea del Sur o Noruega, países claramente desarrollados o de países donde es menor al 3% como Islandia, Eslovenia, Taiwán, Montenegro, Reino Unido o Finlandia –misma que corresponde a los grados superiores y no a los tres primeros– o como Cuba en el entorno latinoamericano, con mucho el país con el mejor nivel educativo de todo el hemisferio occidental.

Lo anterior no es gratuito, no solo por el hecho simple de eliminar la repetición, sino que responde a fundamentos pedagógicos y hasta biológicos duros, definidos en la teoría constructivista del conocimiento, por lo que merece una reflexión más seria y profunda del tema. Lamentablemente esta estrategia educativa fue instrumentada en nuestro país –como muchas otras cosas–, copiando "en automático" y parcialmente, lo que se hace en otras latitudes o siguiendo las citadas recomendaciones de Organismos Internacionales que no son especialistas en educación. La NO REPETICIÓN, en síntesis, es el reconocimiento de que en general todos los niños son capaces de aprender todo (con contadas excepciones), pero igualmente, que no todos los niños son iguales y sus procesos de construcción de su conocimiento no se da al mismo ritmo y ni a la misma velocidad, lo cual no se resuelve haciendo repetir el año a los niños, sino dando tiempo a que dicho proceso de aprendizaje se dé durante un lapso más amplio. Adicionalmente, el proceso de NO REPETICIÓN, debe complementarse (lo cual no se hizo en el caso mexicano), por varias medidas que de no existir, entonces se hace contraproducente.

Dentro de estas podemos mencionar:

a) El acompañamiento de los alumnos durante esos tres primeros años o grados por el mismo maestro, lo cual permite al docente interiorizarse profundamente de las características educativas, físicas, psicológicas, sociales, emocionales, familiares, etc. de cada uno de sus 25 o 35 alumnos, permitiéndoles adecuar sus estrategias pedagógicas, didácticas y psicosociales a cada uno de sus alumnos, devolviendo a los docentes el antiguo rol de tutor de sus alumnos y verdaderos constructores de personas;
b) Apoyo especializado para los alumnos que los docentes detecten en ese periodo como atípicos, ya sea que presenten problemas como pueden ser de audición, de visión, de conducta, familiares, de pobreza, etc., con el objeto de atender dichas atipicidades oportunamente, nivelarlos o canalizarlos a tiempo para su atención más especializada en caso de así requerirse;
c) Fortalecimiento de las competencias psico-sociales de los docentes para la detección y manejo inicial de conflictos en esos órdenes de sus alumnos y en su entorno familiar.    

Complementariamente, la NO REPETICIÓN y el acompañamiento por ciclo de los docentes con sus alumnos, termina con la nefasta costumbre en nuestro medio (no justificada ni sustentada por ningún instrumento normativo) de fomentar los maestros especialista de grado, como si la preparación profesional y el título que les acreditan como docentes indicara “Maestro de educación básica de X grado”, costumbre que contradice el más elemental sentido común, que nos indica que como en todas las demás actividades humanas, los más aptos se canalizan a enfrentar los problemas más complejos, lo cual en la actualidad no sucede en educación, donde es costumbre que los docentes más experimentados se hacen cargo de sexto grado, el cual presenta menos dificultad que los primeros grados, donde generalmente son asignados los maestros de nuevo ingreso, los recién egresados, sin experiencia. No se trata entonces de “cargarle” la mano a unos o a otros, sino de distribuir las fortalezas o debilidades docentes homogéneamente en todos los grados y no direccionar las debilidades a los niños más pequeños y las fortalezas a los mayores.

La NO REPETICIÓN en los términos antes expuestos, y solo así, resalta –insisto– el papel de tutor antes mencionado; resarce el valor social de su función; fortalece su compromiso por sus educandos; elimina en ellos sentimientos de culpa y fracaso; coadyuva a la disminución de la deserción y rezago educativo; reduce los costos de la educación; y por ende, coadyuva a elevar los niveles de calidad de la educación nacional.

En síntesis, señor Secretario de Educación Pública, Lic. Emilio Chuayffet Chemor, reformar no significa eliminar, destruir, devastar, demoler; significa cambiar, transformar, mejorar, optimizar. Ciertamente algunas de las políticas y estrategias educativas del pasado reciente no fueron pensadas, ni instrumentadas con todo el rigor metodológico que requerían, pero tampoco es dable considerar que las mismas son totalmente absurdas, equivocadas o mal intencionadas, conviene reflexionar sobre los aspectos que de suyo son rescatables, dejando a un lado revanchismos o descalificaciones políticas, pensando siempre en el mejor interés de las nuevas generaciones. Una década de inmovilismo y retraso del país en muchos sentidos requiere de altura de miras, de una visión de estadista, de un realismo pragmático, de un sentido profundamente nacionalista y de rescatar y aprovechar todos los elementos positivos al alcance, sean estos de los adversarios políticos y de las huestes propias, so pena de que de no asumirlo así, en el corto y mediano plazo México se verá rebasado por sus pares latinoamericanos y postergado obviamente del desarrollo que como país los mexicanos merecen, tal cual ya sucede si analizamos el comportamiento en muchos indicadores de países como Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Uruguay, etc., con mayor razón de los desarrollados, condenando a nuestra descendencia a la mediocridad, a la pobreza y el desánimo, que solo con una buena educación se podrá evitar.  

* Es consultor internacional en temas de planificación, sistemas de información y evaluación educativa en organismos como la Unesco, la OEI, el Preal y el Banco Mundial, y de los Ministerios de Educación en Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador, México y Uruguay.

Ubérrima,  Año 1, Núm. 2, marzo de 2014.

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