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jueves, 18 de septiembre de 2014

Referéndum en Escocia

http://www.lanacion.com.ar/1728205-escocia-define-su-futuro-en-el-referendum-independentista

Con esto del referéndum escoces del día de hoy y más allá de su resultado, el cual me es sumamente distante y ajeno en mi condición de mexicano residente en Chile, vuelve a mí una reflexión que nace del hecho de que cualquiera que sea el resultado del referéndum, este reconocerá una figura que me produce cierto rechazo intelectual.  
Quizá uno de los modelos políticos que más me cuesta entender, no es como cualquiera pudiera suponer, LA DICTADURA, sino que es la Monarquía. A pesar de que entiendo su origen y evolución, no la puedo entender en el contexto actual marcado por el surgimiento en 1948 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DDHH).
Hay algo en la Monarquía que me hace pensar que representa en cierto sentido la visión más arcaica y contraria al reconocimiento del Artículo 1º de dicha declaración, “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”, al aceptar, reconocer y aplaudir que una persona por el solo hecho de haber nacido hijo de una mujer y un hombre específicos, por ese solo hecho, es distinto y superior al resto de todos los demás mortales.
No entiendo cómo es posible que países de distinta condición, tanto con un altísimo nivel cultural y desarrollo (Bélgica, Dinamarca, España, Gran Bretaña, etcétera), como otros muy diferentes (Bután, Camboya, Lesoto, Toga, etcétera), se ponen al mismo nivel y mantienen como forma de gobierno este modelo en cierto modo absurdo, discriminatorio y ridículo. Lo anterior se ve a partir de la sola lectura de quienes aún mantienen este modelo hoy día, 45 países en total, 4 absolutas, 36 hereditarias y el resto de otros tipos, en un contexto actual de alrededor de 220 países en el mundo, de los cuales cerca de 150 en algún momento de su historia pasaron por dicho modelo, lo que indica que de una forma u otra -muy a pesar de sus defensores, admiradores y siempre aduladores- es un modelo en proceso de extinción.
Es curioso igualmente ver en quienes justifican este modelo, cierto resabios de orgullo decimonónico aristócrata rampante, que en su fuero interno manifiesta un sentido de pertenencia y cercanía con quien detenta la calidad de monarca, como una forma de sentirse parte de una elite que en definitiva le es totalmente ajena y le desprecia profundamente desde la creencia oculta y no confesada públicamente, de ser superior, elegido de Dios -y obviamente- muy por encima de la plebe que les adora, les reverencia y más aún, les defiende como el siervo o el esclavo defendía al señor feudal o al amo. POR FAVOR…!!!

Reflexión que dicho sea de paso, no dice relación alguna con lo eficaz o eficiente o todo lo contrario de su desempeño (o por decirlo más exquisita o ignorantemente, su performance) político, administrativo o moral. Ese tema no tiene nada que ver, el problema es lo penoso de ver que exista gente que acepte de buen agrado y se sienta orgullosa de un modelo que lleva implícito reconocer que se es inferior a otro ser humano, por el solo hecho de haber nacido en una familia distinta, con todas las implicaciones éticas, morales, sociales, económicas y políticas que esto significa, y por ende a renunciar a lo irrenunciable según el Artículo 30 de la misma declaración de los DDHH, que a la letra dice: “Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.” Ver para creer… y que para los escoceses, mis deseos de que hoy día el resultado de su referéndum sea lo mejor para ellos, incluyendo a su monarca –inglés-.

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